Este fue el primer cuento publicado de Óscar Collazos (Bahía Solano 1942), entonces un joven escritor desconocido de la costa del Pacífico. El cuento fue enviado espontáneamente al Magazín Dominical de El Espectador, que lo publicó el 7 de octubre de 1962. Collazos habría de ser posteriormente uno de los más interesantes e imperecederos de los escritores colombianos posteriores al escandaloso y reputado Booom latinoamericano y a la figura casi bíblica de García Márquez. Su pluma asedia la mayoría de los géneros de la escritura –novela, cuento, ensayo y periodismo- y en cada uno de ellos llega a formular propuestas interesantes. Entre sus títulos podemos recordar: El verano también moja las espaldas, Son de Máquina, Textos al margen, Memoria compartida, disociaciones y despojos El asesinato de la modelo y Batallas en el monte de Venus.
SOLAMENTE SU TESTIMONIO
-Tengo miedo.
-¿De qué?
-No sé.
-¿Te meterán preso?
-No sé. ¡Maldita sea!
-¿Lo mataste?
-No, no lo maté.
-Entonces, ¿por qué huyes?
-¿Por qué? Pues porque me declararán culpable.
-¡No lo eres!
-Para ellos, sí. Son así.
La mujer se vestía mirando por
-Si te persiguen, no descansarán hasta matarte.
El hombre se puso la camisa, que le quedó estrecha, como si fuera a rajarse por la espalda y el tórax. Se asomó a la ventana.
Comenzaba a lloviznar y el cielo empezaba a ponerse de un gris plomizo.
Salió. Recostado a las paredes, recorrió
………………
-¡Perra! Dilo, tú sabes dónde está.
-No sé nada.
El agente uniformado le dio bofetadas a la mujer hasta dejarla sangrando, boca arriba en
-Déjemela a mí, jefe, yo la hago cantar.
-¡Apártate!
Sonó un disparo. La mujer extendió un brazo, que quedó colgando en el borde de
Los agentes salieron. El de civil gruñó desde el vehículo:
-¡Hijueputas!
Cruzó a toda velocidad la calle que daba al Palacio Municipal.
………………..
El hombre fugitivo se detuvo a la orilla del río, debajo de un guayabo. Las aguas bajaban en un hilo escaso de color ladrillo. Miró alrededor. Sólo un pájaro se sentó cerca de él a picotear en el suelo una guayaba madura.
Había escampado hacía rato. El hombre sacó de uno de los bolsillos del pantalón un paquete envuelto en una servilleta. Comió. Al terminar, la servilleta descendió por el río y se quedó adherida en una piedra. El hombre se quitó los zapatos y los mojó. Luego los colocó recostados a una piedra. Volvió la vista atrás. Había oído el ruido que venía de
El hombre corrió y se agazapó entre los arbustos. El ruido cesó y se oyeron pasos cercanos. El hombre seguía mirando por entre los árboles hacia un recodo de la orilla donde había una vegetación más espesa. Alcanzó a ver a los sujetos armados que bajaban de un jeep. “Son ellos”, se dijo.
Los sujetos traían a empujones a tres hombres más. Uno de ellos era un anciano con el pelo blanco y ralo que le caía en
Anochecía. Entre los guaduales se escuchaba la algarabía de las cotorras y el canto grave de un pajarraco.
El hombre salió del matorral y se fue bordeando el río hasta confundirse con los troncos de árboles entrometidos entre las siete y media de la noche.
……………
-¿Por qué volviste?
-Acaban de asesinar al viejo Plutarco y a sus dos hijos. Cerraron las salidas del pueblo.
-No puedes volver al pueblo.
-¡Supieron algo de Leandra?
Se hizo silencio. Los jóvenes callaban. Volvieron la vista hacia la mesita de la sala, como si huyeran de la pregunta del hombre.
-¿No me oyeron?
-Sí, Claudio, te oímos. La mataron en su casa. No sabemos si te ha delatado. Todo el mundo sabe que al alcalde lo mató el ejército porque no dejó que nos llevaran presos ni se creyó en cuento de que éramos subversivos. Ellos mismos lo mataron. Esperaron que saliera de su despacho y luego lo asesinaron.
-¿Y el cadáver de Leandra?
-Se lo llevaron.
Se escuchó de nuevo el ruido de vehículos. La puerta de la casa daba a
Claudio fue el último en caer sangrando sobre el pavimento. Los jóvenes parecían bultos regados desordenadamente en el piso.
Uno de los vehículos dirigió la retirada.
………………….
Eran las once y media de la noche en el reloj de la inspección de policía.
Un hombre de traje oscuro se acercó al agente de guardia.
-Vengo a denunciar un crimen.
-¿Un crimen?
-Varios.
-¿Cómo que varios?
- En la galería, creo que son los asesinos del alcalde.
-¿Vio a los asesinos?
-No. Huyeron hacia el río.
-Llamaré para que se los lleven a medicina legal. Acaban de llevar a una muchacha asesinada en su rancho de un balazo.
-Van a necesitar más testigos-dijo el hombre del traje oscuro, uno de los tripulantes del jeep que había estado recorriendo
-Nos basta con su testimonio-dijo el inspector-. El ejército siempre reporta los muertos en combate.
El hombre salió de la inspección y subió al jeep que lo esperaba fuera con el motor encendido.