El jueves pasado, a las diez en sombra de la noche, después de cincuenta y seis años de verdadera vida, los últimos ocho inmerso en un idilio casi literario con la periodista Olga Sanmartín, nuestro aliado y cómplice Julio Jaramillo Hoyos, miembro del comité editorial de la revista Número, fundador de Con-fabulación, gerente estrella de Panamericana Formas e Impresos y obsedido pescador como un personaje de Melville, entró en el sueño infinito y descifró por fin su secreta identidad.
Para todos los que conocimos su magia, su sentido de la amistad, su fidelidad al placer, su irreductible risa, bañada de soterrada ironía, su pasión por la cultura y por las bellas mujeres, y esa paz interior, tan parecida a una sonata de Mozart, se trata de un descarnado encuentro con la ausencia, una nueva cita con el abismo. Julio nos acompañó siempre en todos los quiméricos proyectos, y nos dio valor para continuar inmersos en este camino tantas veces insensato. Siempre creímos que habría sido, por la justeza y dulzura de sus juicios y la piedad purificadora con la que miraba y analizaba a los detractores, el mejor comisionado de paz que pudo tener Colombia, aunque en el palacio del poder nunca lo hayan sabido.
A julio lo queríamos todos y nos hará falta en el minuto abrumador, en el centro de la dicha, en la exultación dionisiaca y en el ensueño abrasivo.