Entrevista a Andrés Wood


En la gran encuesta realizada por Con-fabulación para determinar los 101 filmes de la memoria, Machuca, la cinta del chileno Andrés Wood ocupó un puesto privilegiado, que la puso en el primer lugar de las películas latinoamericanas de toda la historia, y que resulta una muy justa compensación a su densidad y su lucidez desgarradora. En entrevista exclusiva para Con-Fabulación, este cineasta, que tiene en su prontuario varias piezas esenciales como La fiebre del loco y La buena vida desnuda puntos neurálgicos de su sensibilidad y su método de trabajo.


¿Por qué Machuca, un film realizado hace tan sólo cinco años, tiene una presencia contundente entre los cultores del cine, a tal punto que la encuesta de Con-Fabulación realizada entre 2.120 artistas, intelectuales y cinéfilos del mundo, la ubica en el puesto 49 entre las mejores películas de la historia y en el primer lugar de los filmes latinoamericanos?

No tengo la menor idea, lo cual me deslumbra. En todo caso, creo que es exagerado. Muchas otras películas merecen ese reconocimiento sin duda. Sólo algunos títulos latinoamericanos bastarían para demostrarlo: El chacal de Nahueltoro de Miguel Littin, La Ciénaga de Lucrecia Martel, Memorias del subdesarrollo de Gutiérrez Alea, México insurgente de Paul Ledouc, La batalla de Chile de Patricio Guzmán, La historia oficial de Luis Puenzo, Rodrigo D de Víctor Gaviria, o Estación central de Walter Salles… En todo caso agradezco mucho que a los encuestados les haya gustado Machuca.

¿En los rezagos del fascismo que quedan en Chile cómo fue recibida esa obra maestra del cine libertario que es Machuca?

Fue recibida muy bien y muy mal. Provocó bastante discusión y polémica. Jamás pensamos que removiera tanto la memoria de nuestro país.

Su búsqueda estética y existencial está llena de sugerencias líricas, ¿qué espacio le otorga a la poesía en el cine?

La verdad es que las películas las construimos en capas. De a poco se van densificando los personajes y las situaciones. La unión con el talento del equipo y con los actores logra a veces momentos muy sueltos y reales, que pueden ser considerados poéticos.

¿Usted quiere demostrar que la memoria es posesión de las víctimas y nunca de los verdugos?

No, para nada. Finalmente ese sería un regalo para los verdugos. A ellos es precisamente a quienes no se les puede otorgar el privilegio del olvido.

¿Entre los nuevos realizadores universales cuáles le son próximos a su sensibilidad?

Me gustan muchos cineastas. Hay algunos cuya obra me hace pensar que me habría gustado ser el autor, el francés Laurent Cantet es uno de ellos.

En estos tiempos hay un maridaje peligrosamente estrecho entre la televisión y el cine, entre el lenguaje esencial del arte y el banal de la pantalla chica. Cuéntenos su percepción al respecto.

Echo de menos a los grandes directores de antaño, que unían el gran espectáculo a la vocación de un cine para ser visto por el público en general pero a la vez con una capacidad artística excepcional.

¿Qué resalta y conoce del cine colombiano?

Principalmente la obra de Víctor Gaviria, a quien admiro mucho. El año pasado tuve la suerte de ser jurado de una sección del concurso de cine de Colombia y me pareció que viene una nueva generación muy fuerte.

¿En qué proyecto trabaja actualmente?

Estoy intentando trabajar con la historia de Violeta Parra.