Objetos que nos miran de Olga Malaver


Por José Ángel Leyva

“Mi jardín no es para meditar

es para experimentar la emoción

hasta el sobresalto”

Olga Malaver despliega en Objetos que nos miran un acto de prestidigitación con el que utensilios, enseres, muebles, herramientas, artefactos, espacios arquitectónicos van apareciendo en su discurso. No sólo nombra, anima y carga de significados cada elemento natural o tecnológico. Desata de algún modo la vieja discusión kantiana de la cosa en sí y la cosa para sí. La cosa en sí, en su estado inmanente, tal como es, y la cosa para sí, que se nos presenta y significa, se nos revela, portadora de deseos y experiencias, de conocimiento y percepciones de quien la intuye, identifica o sueña. Sí, el deseo, ese obscuro objeto.

La poeta descifra al mundo a través de los objetos; les otorga sensibilidad y los reconoce en su propio descubrimiento, de sí misma, en el estado en que ambos, sujeto y objeto se comunican. Las cualidades sensibles de la cosa son captadas por la acción poética, no para recuperar el paraíso perdido, para lamentarse del exilio primigenio, sino para recuperar el dominio sobre las cosas que constituyen y determinan su horizonte existencial.

Colección Los Conjurados, Bogotá, 2009

Fotografías de Ramón Giovanni