Hacer de su vida el equilibrio rimbaudiano como diría Jorge Nájar en su prólogo al libro Vigilias, (Colección Los Conjurados, Bogotá, 2005), quizá fue una de las grandes constantes de Javier González Luna (Facatativá), cuya repentina desaparición nos sobrecoge y entristece. La suya, una obra singular llena de búsquedas y vertientes filosóficas, podría decirse que fue en su justa madurez una de las plenas realizaciones de este escritor, testimoniadas a través de sus diversas publicaciones de ensayo, poesía y crónica, entre las que sobresalen: El cuerpo y la letra - La cosmogonía poética de Octavio paz (Madrid, 1990); Hacia el alba (1993), Abuso de palabra (1998) y El linaje de Orfeo (2000)
De sus palabras vaticinadoras acogemos fraternalmente el siguiente poema para rendirle un pequeño y justo homenaje.
NOCHE TRANSFIGURADA
La noche se instala
Confiada.
Noche sin horrores
Ni hambre.
Sosiego de la llama.
Levanta la mirada
Y fija el cielo.
La noche te cubre y las estrellas
Componen sus dibujos.
Se abre una esfera
De color y de música
No temas nada esta noche
El cielo te ve.
INFANCIA
La memoria orienta porvenires,
presta vigores
al fatigado presente.
El azul rebrilla bajo nueva luz.
Son de nuevo los gritos y las risas,
las veloces palpitaciones.
Es el trigal destellante, rumoroso,
el látigo bautismal de las cascadas,
la miel de la cereza.
Sueño. Infancia perdida
que regresa en cada acto,
en cada deseo,
nutriendo con sangre siempre nueva