Entrevista a Lisandro Duque


Por Marcos Fabián Herrera

Nació en Sevilla, Valle del Cauca, el 30 de octubre de 1943. Su impenitente vigor creativo ha afincado en él una indeclinable ética y capacidad creadora, que lo ha llevado a ser el artífice de una de las obras más valoradas en el cine colombiano. La firmeza en sus juicios y opiniones, le han significado la expulsión de la universidad Nacional, hasta un arresto, por desacatar un fallo judicial que lo obligaba a una retractación en su columna de opinión. Además de haber escrito junto Gabriel García Márquez, guiones cinematográficos, orientó la Escuela Internacional de Cine y Televisión San Antonio de los Baños en Cuba. Lisandro Duque Naranjo, ha escrito y dirigido memorables películas como Milagro en roma, Visa USA, El Escarabajo, Los niños Invisibles y Los actores del conflicto. En este diálogo exclusivo para Con-Fabulación, desnuda su diáfano e íntimo, corpus cinematográfico.

¿Su fidelidad a una estética desprovista de artificios y a narraciones que privilegian el rescate de historias y universos desdeñados por la industria cinematográfica, ¿lo convierten en un director atípico en la cinematografía latinoamericana?

Yo no estoy muy seguro de eso, pero ojalá fuera cierto. En todo caso es su percepción y eso me parece halagüeño. El hecho es que yo no estoy pendiente del tema de moda, o del imperativo ideológico del momento. Eso les puede otorgar a mis películas cierta intemporalidad. Me limito a decirle que solo me interesan historias que tenga muy arraigadas en mi intimidad, pero no por eso obtengo la indiferencia del público. Mis películas logran una buena química con los espectadores. Y algunas, hasta una recordación de muchos años.

¿El sustraerse de los tópicos y tratamientos que impone el esnobismo audiovisual constriñe la subvención de sus proyectos?

No, para nada. En realidad no tengo derecho a quejarme. Los presupuestos para hacer mis películas han fluido mágicamente.

El haber realizado adaptaciones de textos literarios como Milagro en Roma y La vorágine, además de su ejercicio como columnista de opinión, lo aproximan a la literatura. ¿Es usted un cineasta usurpado a las letras o un director de cine con escarceos literarios?

Ambas cosas. Aunque es mucho más lo que he escrito que lo que he filmado. Eso debe querer decir que la literatura me jala más, o que el cine es algo más complicado en términos logísticos. Además, para escribir yo no tengo que entrar en transacciones con nadie, ni armar grupos, ni gestionar dinero, ni alquilar equipos. Me basta con sentarme frente al computador, y listo. En la literatura uno es su propio fotógrafo, director de arte, jefe de casting, etc. Además a uno nunca le dicen "quiero verlo escribiendo", mientras que durante la filmación de una película hay un gentío que quiere visitar el set. He notado, sin embargo, que algunos relatos literarios míos, pueden perfectamente adaptarse al cine, mientras que ningún guión propio daría para un cuento.

El que un canal de televisión se haya erigido como el imprescindible mecenas de los nuevos realizadores de cine en el país, abre el inaplazable debate sobre la autonomía del cineasta frente a los clichés que impone un oligopolio de esa naturaleza, ¿Coincide con el director Carlos Palau en la necesidad de articular una red de producción y distribución alternativa que obre de manera independiente?

Yo le envidio a Carlos Palau su optimismo en eso de crear redes de distribución de películas. Pero soy escéptico. Sobre todo porque una red de salas independientes difícilmente puede contar con tecnología dolby digital. Pero esa no es la única dificultad. En cuanto a que los canales comerciales de televisión se estén involucrando en la producción fílmica, es cuestión de la conciencia de cada cual aceptar los condicionamientos que impongan. A mí, por ejemplo, RCN Televisión me auspició la publicidad de "Los Actores del Conflicto", pero no me impuso ninguna restricción temática. La película ya estaba hecha, por supuesto, aunque debo decir que ellos conocieron el guión desde antes de filmar y no le hicieron objeciones.

Desde el cortometraje Yo pedaleo, tú pedaleas, hasta el largometraje Los actores del Conflicto, en su producción se conserva esa mirada que explora la cotidianidad y el acervo popular colombiano, ¿cómo valora esa reciente producción cinematográfica que trajina una comicidad ramplona y confina la cultura popular a los arquetipos del asesino y el “traqueto”?

Ninguna cinematografía es pura. Siempre habrá productos populistas. El deber de uno, entonces, es ser sincero y respetuoso con los espectadores. Pero además, yo creo que hacer una película es un trabajo tan arduo, que no vale la pena intentarla si a través de ella no se logra una recompensa espiritual. Yo, por ejemplo, pienso que Dago García es un autor sincero, aunque guste tanto al gran público. No creo que él ahorre talento en sus películas exitosas, para después invertirlo en algo más denso. Sus películas son lo mejor que a él se le ocurre, y mire que el público le corresponde porque lo siente sincero. El público no es bobo.

Es frecuente saber de su participación en movimientos civilistas, de su pública adhesión a cruzadas con propósitos progresistas y políticos. ¿Una actitud de elusión al escapismo complaciente?

Yo siempre he sido muy activo políticamente, desde cuando era un militante de racamandaca, hasta ahora, que soy una rueda suelta, un ecléctico. Esta última condición no me inhibe de distinguir de qué lado están las causas justas y decentes.