(Envigado, 1935 - Bogotá 2009). Falleció en Bogotá el poeta antioqueño Mario Rivero, uno de los grandes hacedores del verso cotidiano, salpicado de humor, reflexión y melancólica hondura. En el prólogo a la Antología de la poesía Colombiana (1958-2008), aparecida el año anterior en Venezuela, Iván Beltrán resalta las características de su obra. Un justo tributo al vate desaparecido:
“Algunos de estos universos verbales pretendieron ir al otro extremo de lo mediático y lo espectacular, se despojaron de lirismo, se hicieron voluntariamente nimios. Hablo de unos poetas que representaron con eficacia la asonada de la derrota, troppe melancólica de artistas neblinosos, onettianos y endebles, manchados por el mohín de la gran urbe y cuyo ejemplo por excelencia es Mario Rivero, quien representa un prontuario de la contra retórica, laconismo hecho verbo, voluntario extrañamiento de la pompa y la sensualidad, en ocasiones engañosa, del idioma castellano. Rivero ejercita una suerte de profilaxis: su desaliño ornamental resulta un propósito, un cuaderno de viaje, un memorando contra la solemnidad y, principalmente, un sistema de alarma, como lo fuera alguna vez el distanciamiento brechtiano. En ocasiones fascina lo consciente que parece estar de su carencia de grandeza y heroísmo. Se trata de un poeta urbano, narrativo, que en no pocas ocasiones asume el rol del buen cronista de prensa”.
Rivero publicó los siguientes libros: Poemas Urbanos (1963); Noticiario 67 (1967); Y vivo todavía (1972); Baladas sobre ciertas cosas que no se deben nombrar (1972); Baladas, Antología poética (1980); Mis asuntos (1986); Vuelvo a las calles (1989; Del amor y su huella (1992); Mis asuntos, Antología poética (1995); Los poemas del invierno (1996); Poema con cámara, Camiri 67 (1997); Flor de pena (1998); Qué corazón (1999); V salmos penitenciales (1999) y La balada de los pájaros, (2001). Este mismo año apareció una extensa entrevista sobre su vida y obra realizada por el escritor Guido Tamayo titulada Porque soy un poeta. En el año 2001 recibió el Premio Nacional de Poesía José Asunción Silva. Fundó y dirigió la revista de poesía Golpe de Dados que circula hace 36 años.
LA BALADA DE LOS HOMBRES HAMBRIENTOS
Los hombres hambrientos tienen oro
casas con retretes de mármol
y vestidos suntuosos
Pero no pueden matar el hambre y la sed
del tigre de sus ojos
Los hombres hambrientos son
en alguna forma hermosos
Por una magia mortal y execrable
sus oídos se han vuelto sordos
Pero los hombres hambrientos simulan oír
y pagan bien a los cantores
Pregonan una extraña desesperación
han perdido el recuerdo de los humanos olores
caminan para buscar un aroma imbuscable
el de los tallos de las flores muertas y de los pétalos podridos
el olor que al mismo tiempo es
el olor de la muerte y el olor del nacer
de estos hombres hambrientos
Se entrecruzan a la deriva
No se ven
Son muchos en movimiento
Sus mujeres lavadas en agua de caros perfumes sintéticos
adustas acechan también
aquel olor que alcanza los huesos
Si levantan las cabezas hacia cosas más altas
no distinguen otra cosa que el viento
Remeros esclavos en un gran bajel de oro
van los hombres y mujeres hambrientos…