Verdadero representante de la ahora denominada micro-ficción, donde hay apenas algunos autores notables y demasiados cultores del ingenio facilista casi cercano al chiste popular, Virgilio Piñera representa una fiesta de la imaginación, auténtica bacanal del humor negro, del absurdo y la indagación metafísica. Nacido en Matanzas en 1912 y muerto en La Habana en 1979, hizo incontables viajes por el mundo, afincándose una larga temporada en Después de la revolución, se hizo asiduo colaborador de la revista Orígenes, entre cuyos colaboradores figuraban Cintio Vitier y José Lezama Lima. Su obra se ha fortalecido con el paso del tiempo. Escribió cuento, poesía y novela y entre los títulos suyos que más se recuerdan está la pieza teatral Dos viejos Pánicos, representada sin pausa desde su aparición, los poemarios Las Furias y La vida entera, y las novelas La carne de René y Pequeñas maniobras.
Natación
He aprendido a nadar en seco. Resulta más ventajoso que hacerlo en el agua. No hay el temor a hundirse pues uno ya está en el fondo, y por la misma razón se está ahogando de antemano. También se evita que tengan que pescarnos a la luz de un farol o en la claridad deslumbrante de un hermoso día. Por último, la ausencia de agua evitará que nos hinchemos.
No voy a negar que nadar en seco tiene algo de agónico. A primera vista se pensaría en los estertores de la muerte. Sin embargo, eso tiene de distinto con ella: que al par que se agoniza uno está bien vivo, bien alerta, escuchando la música que entra por la ventana y mirando el gusano que se arrastra por el suelo.
Al principio mis amigos censuraron esta decisión. Se hurtaban a mis miradas y sollozaban en los rincones. Felizmente, ya pasó la crisis. Ahora saben que me siento cómodo nadando en seco. De vez en cuando hundo mis manos en las losas de mármol y les entrego un pececillo que atrapo en las profundidades submarinas.
El insomnio