¿Arte paranormal?: Edmundo Facini

Por Benhur Sánchez Suárez*

Por culpa de una obra de arte hasta el momento no he visto que el mundo se haya detenido o un río se haya vengado de la depredación humana con vómitos de fango y piedras o bocanadas de viento y agua, capaces de destruir la superficie que nos alberga. Tal vez los hombres se hayan matado por una obra de arte, o se hayan salvado por culpa de ella, pero esas muertes obedecen más a la miseria y a la mezquindad humanas que a propiedades sobrenaturales inherentes a su esencia. Y, por tanto, la salvación no ha sido un milagro sino producto del ingenio y habilidad del hombre. Sin embargo, el hombre contemporáneo vive tan solo y desprotegido, en medio de tanta gente y tantos adelantos tecnológicos, que a veces descubre el ícono o la imagen que moverá a los paralíticos, hará hablar a los mudos, ver a los ciegos, enriquecer a los desposeídos de la tierra, y en él deposita sus miedos, su ignorancia.

Pues resulta que aquí, en Ibagué, en pleno siglo XXI, se acusa a una escultura de ser causante de avalanchas, destrucción y miedo. Una escultura paranormal, capaz de atraer los huracanes y activar las fuerzas ocultas de la naturaleza. Una escultura “bruja”. Concretamente la obra titulada “Ibanasca”, erigida en Villarrestrepo, corregimiento de Ibagué, talla del insigne escultor Edmundo Faccini, patrocinada, por su importancia, por el municipio y la gobernación del departamento.

Como escritor y artista veo con preocupación que esa acusación inverosímil sea una realidad. La considero un brote de intolerancia y una incitación a la violencia. Esa violencia de la que Colombia quiere sacudirse, pero que con actitudes como esta se mantiene intacta desde el siglo XIX, justamente instaurada por los fanáticos de entonces, esos que dijeran “ser liberal es pecado mortal” y por cuya sentencia murieran miles de colombianos.

Soy consciente de que el arte cumple en la sociedad una función estética e histórica. Cualquier superchería que se le atribuya sólo es producto del oscurantismo intelectual, de la ignorancia, o del aprovechamiento que de ella se haga en la comunidad.

La obra del maestro Faccini es, por el contrario, una invitación estética a preservar la herencia cultural indígena, parte constitutiva e inseparable de nuestra raza mestiza, y un llamado de auxilio para conservar el equilibrio de la naturaleza, con todos sus seres visibles e invisibles, como el alma del agua, el espíritu del viento, la orquesta de los pájaros o su fábrica de oxígeno. Los atropellos contra ella son, en verdad, los únicos causantes de las tragedias y de los cambios nefastos que ponen en peligro la existencia del hombre sobre la tierra.

Defiendo, por tanto, el derecho a la creación, por encima de cualquier fanatismo político, estético o religioso. El arte es testimonio de vida e historia. Antes que destruirlo, como ha sucedido tantas veces en las épocas oscuras por las que ha atravesado la humanidad, debemos conservarlo y defenderlo. El arte es identidad por su compromiso con los más recónditos sentimientos humanos, esos que hacen progresar a la humanidad.


*Escritor y pintor colombiano